martes, 18 de diciembre de 2012

Salir del euro o salir del capitalismo


Desde el chozo

Javier Navascués


Las propuestas que están situando en primer término la salida del euro como forma de desembarazarse de los recortes y la deuda tienen un curioso paralelismo con el experimento soberanista. Salvando todas las distancias, podría parecer que existe una creencia compartida en el poder taumatúrgico de una medida aparentemente rupturista, como si el final de la crisis fuera un resultado que milagrosamente se alcanzaría “recuperando la soberanía”. 

Pero este planteamiento olvida que hay varias salidas del euro. Por ejemplo, cabe dentro de lo posible una salida por expulsión, si se decidiera pasar a una Europa de dos velocidades; o incluso una desaparición del euro por implosión. Dada la naturaleza sistémica de la crisis, que no es sólo una crisis de la eurozona sino una crisis estructural del capitalismo, todo lo imposible se vuelve posible. En tales condiciones la pregunta es, ¿qué salida a la crisis favorable a los trabajadores es más fácil (o menos difícil)? ¿Una nacional o una europea?

La salida ‘nacional’ sitúa la clave en la competencia entre naciones, amparándose en el entrañable pero desacreditado discurso de la dependencia y las relaciones centro-periferia. En la lógica de este análisis, el euro es el terreno ideal para estas relaciones de explotación entre países, lo que rápidamente sugiere una vez más el paralelismo con el catalanismo burgués. El siguiente paso forma parte también de la épica del periodo de los movimientos de liberación nacional: liberados de la deuda odiosa y recuperada la soberanía monetaria lo siguiente es la nacionalización de la banca y los sectores estratégicos y la puesta en marcha de una política industrial para modificar la situación de los países periféricos en la división internacional del trabajo, todo ello adobado con un cántico a la sostenibilidad y a la I+D+i como obligan los tiempos.

Pero, ¿qué significa hoy en día cambiar la situación relativa en la división internacional del trabajo? ¿Pasar de importadores netos a exportadores netos? ¿Alguien defiende con convicción que a golpe de I+D y de devaluación de la moneda se consigue el mismo efecto que deprimiendo los salarios y nos ahorramos los costes sociales? ¿Esto es cambiar el modelo productivo? ¿Es eso lo que interesa a los trabajadores? ¿Nos deja esto un milímetro más cerca del socialismo? Por otro lado, y esto es importante, las relaciones de explotación se dan entre clases, no entre países. ¿Alguien duda de que todos los empresarios, sean españoles o alemanes, están encantados con la reforma laboral? 

No hay marcha atrás, los buenos tiempos no volverán. No hay que cambiar de política económica sino de economía política. Con todas sus deficiencias –comprensibles por otro lado– las propuestas sobre decrecimiento, democratización económica, igualdad y hacer girar la economía en torno a la satisfacción de las necesidades están mucho más cerca de una salida socialista a la crisis. Ninguna política fiscal ni monetaria –siendo necesarias – puede sustituir el imprescindible desarrollo de estas propuestas.


No hay comentarios:

Publicar un comentario