Entrando en contexto el 21 de noviembre del 2012 Luis Piedrahita, aspirante a humorista constante con trayectoria reconocida en el circuito de su gremio, hizo un chiste en televisión sobre la mujer personificada en las cajeras de Carrefour (aún no se sabe si se refería a todas o a algunas o simplemente a un personaje imaginario) denominándolas “carrefurcias”.
Me inclino por pensar que su intención es hacer reír y por tanto surgen de su cabeza distintos guiones que necesitan centrarse en la hipérbole, la caricatura o el aprovechamiento de estereotipos sociales para lograr la empatía directa de su público. Que el chiste es de mal gusto está claramente probado. Y si no que se lo digan a Pilar Montes González (Secretaria General de CCOO en Carrefour) que el mismo 22 de noviembre emitía un comunicado condenando y desaprobando la mencionada intervención.
Desafortunada, insultante y machista fueron los apelativos que se describían en el comunicado que además instaba a pedir disculpas al humorista. Yo puedo defender esos calificativos con mayúsculas pero me gustaría ahondar un poco más, desfilar por otros terrenos de la ofensa para con este caso y la generalidad de los mismos.
No me gustó el chiste, no me gustó la denominación y para nada me gusta, pero no sólo con este humorista sino con todos, el simplismo y la única dirección de la mayoría de la víctimas de argumentos hilarantes. ¿Por qué siempre la mofa para con el débil? El humorista tiene también una responsabilidad social, una participación moral que ha de intentar como trabajador aportar a este mundo que nos rodea.
Buscar lindezas que menosprecien la figura de la mujer y un oficio tan noble como el de cajera, que además de cobrar nos ofrece su sonrisa y su mejor versión a pesar de los sueldos miserables y los horarios de infarto a las que están sometidas, y a su vez linchar la figura de la prostituta a un escalafón aún inferior, en lugar de defender su situación y ofrecer chistes en su favor, no hace más que vivir del mal ajeno de una manera mezquina. Y vivir de la doble explotación de la mujer como mujer y como cajera es algo que no podemos consentir en derredor.
Como el terreno de la risa a veces necesita de ser políticamente poco correcto, soy capaz de entender muchas licencias poéticas pero siempre que sean iguales para todos. Porque si uno se muestra machista, insultante o menospreciador siempre con la misma clase de personas, siempre con el mismo lado de la balanza, puede parecer que deje de ser humor para ser clasismo u oportunismo.
El llamamiento para todos los fabricantes de sonrisas sería entonces que se dejen de sencilleces, que hagan chistes y gags con otras figuras menos tiernas y abandonadas, y nos ofrezcan más humor con nombres y apellidos de figuras de la sociedad a las que pareciera que no se puede ni tocar con la palabra. Y no me refiero a los que ya están ninguneados por la prensa y son presa fácil, famosos de medio pelo, ladronzuelos de Alcaldía, Presidentes seniles o monarquía agonizante, si no a personas con nombres y apellidos que están actuando tal y como se describía que actuaba una “carrefurcia” pero sin estar de lunes a domingo (domingos trabajados gratis) a cualquiera hora cobrando una media jornada insuficiente con la amenaza en el cogote. Que pregunten en el mundo del trabajo, los pensionistas o entre la juventud etc… y miles de guiones surgirán sin problemas.
Apelo a la capacidad del humor y su mundo, a su circuito, y les pido una lucha destacada por la denuncia de la injusticia que nos rodea y la defensa de los más débiles desde la burla y la sátira, desde el cinismo y la exageración. Apelo a los humoristas a una mayor profundidad de miras, apelo a su conciencia como trabajadores para sumar su lucha a la de todos y ya si eso después, nos reímos con buena fe de expresiones altisonantes o bajosonantes que serán anécdotas ya superadas, pero primero tenemos que tener una sociedad igualitaria para eso que ellos también deben aprender a construir.
Juan Carlos Manterola
Responsable de Agitación y Propaganda
Agrupación Sectorial Servicios PCE-Aragón
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