martes, 6 de noviembre de 2012

Está sucediendo en Zaragoza...


Está sucediendo en Zaragoza, esa tercera ciudad de España, y lo hace lentamente, como si no estuviera pasando. En la fiesta de los decretazos, esos de los de lo impongo por mayoría aunque no existieran ni hablara de ellos en absoluto en mi programa electoral, existe uno que reza algo sobre ampliación de horarios comerciales en capitales de más de 200.000 habitantes que superen el millón de pernoctaciones turísticas. Zaragoza, dicen aquellos que están directamente interesados en esa fórmula, entra en la detallada descripción.

Los habitantes están más que sobrados, cierto es, somos muchos  y concentrados en la capital, pero lo de las pernoctaciones turísticas mire usted que no podré consentirlo. De turísticas pocas, porque no es precisamente un destino al uso si no hay Expo de por medio, y si acaso existen camas usadas para dormir en la capital maña, será para negociantes y comerciales, etc…que repiten varias noches, y así salen las cuentas de la cifra superada del millón, contando al mismo personaje que acude a la feria de turno pero varias veces para que cuadren las cuentas. Que no nos engañen y si lo hacen que sea bien, por elegancia y respeto, que no somos tontos. Hecha la ley hecha la trampa.



Pero una vez superada la mencionada trampa de cartón piedra continuemos con la farsa. Ahora resulta que el debate es qué lugar de la ciudad es declarado afluencia turística. El casco histórico dicen algunos, y lógico es, allí es donde se recoge tanto la inmensa mayoría del turista o visitante cultural, como en los momentos de ocio, parte de la ciudadanía risueña en tales menesteres. Para algunos esto no es suficiente, el flamante y mil veces llamado más grande parque comercial de Europa Puerto Venecia también entra en las quinielas, y además, de la misma boca del Señor Alcalde Juan Alberto Belloch. Toma, toma y retoma. Ese Puerto Venecia que en la Agrupación Servicios Josefina Samper conocemos de sobra, ese mismo, resulta que es atrayente de turistas de manera superior. Me he debido de perder algo porque no he visto ni hordas de japoneses con cámara de fotos, ni multitudes de corte rubiales ni mucho menos cientos de miles de curiosos turistas nacionales deseosos de explicaciones interpretativas de sus guías de autobús. Será por las barcas, esas con remos dispuestas a ofrecernos un paseo angelical, será por sus promesas de surf, será será pero no descubro el porqué de esa aseveración tan categórica de lugar turístico. Otra mentira seguida de la trampa.

Y continúa la farsa. La guerra entre centros comerciales y plataformas estrellas está dada, y se vende en los medios de comunicación. El Alcalde (de forma muy curiosa y esclarecedora) mostrándose beligerante a favor de una marca y modelo, El Corte Inglés, por supuesto, y dejando de lado al resto de marcas interesadas en el honor de ampliar sus horarios alegremente para ofrecer sus productos. La guerra contra el pequeño comercio, ese familiar y de toda la vida, entrañable y preocupado en su mayoría, conciliador con la vida familiar y de pequeña escala, en muchísimos casos el único medio de vida de cientos de personas que llevan años en el sector comercial de la ciudad, es un hecho que pretende destruir sus días, reventar sus opciones de competencia y acabar con esa tradición para meternos entre ceja y ceja que donde se compra es en un megaedificio rodeados de megaedificios con marcas registradas en la publicidad global del país y  precios más bajos bajos, aunque sea la mayor fuente de despidos y contratos basura. Quieren que el debate sea quién se lleva el premio, es más, si el ayuntamiento no decide algo antes del 14 de enero, toda la ciudad será considerada lugar turístico y toda la ciudad tendrá la potestad de la ampliación de horarios comerciales, quieren que la opinión pública se decante por una cosa o por otra, pero ese no es el debate real.



Lo que tenemos que cuestionarnos es si vamos a permitir que gran parte de los trabajadores de esta ciudad sean ninguneados y estafados, gracias a Reformas laborales dictatoriales, con nóminas irrisorias y minutos perdidos en escaparates llenos y pasillos vacíos por la mínima asistencia de clientes, mientras sus hijos e hijas, sus esposos y esposas, sus compañeros y compañeras o sus amigos y amigas dejan de poder estar con ellos en su merecidos días y momentos de descanso. Los trabajadores de estos macroproyectos de consumo serán los perjudicados de un modelo altamente dañino para el alma de una ciudad como Zaragoza. Los grandes resortes del consumo en este país tienen nombres y apellidos, están detrás de estos centros comerciales codiciosos y hace tiempo que vendieron su alma al capitalismo más brutal y canalla. Han logrado en pocos años, en connivencia con la banca, el cambio de pensamiento y adoctrinamiento del ciudadano a favor de la necesidad de consumo para ser feliz o creer serlo. Ya tenemos en nuestras calles zombis vivientes que pasean por los pasillos ultrailuminados de estas catedrales del materialismo mirando y remirando sus productos deseados y que nunca llenarán sus anhelos tal y como pensaban, pero en medio de la crisis sin un duro por gastar. Se han sustituido sin pudor, las caminatas y charletas, los parques infantiles y los campos de juego, el deporte y la reunión, el colegueo y la manualidad, por pasillos de escaparates que no pueden frenar los deseos ansiosos por mucho que se insista en cambiar un becerro de oro por otro.

Los incitadores de todo esto, los instigadores de este modelo, destructor y devastador, que pudre al ser humano y destroza generaciones, están detrás de esta crisis, están agazapados tras los poderes fácticos de la banca y del dinero. Las grandes marcas comerciales aprovechan la brecha abierta con la reforma laboral y la política endeudada, y por tanto manipulable y mafiosa de este país, para lograr un proletario explotado hasta el máximo con representación sindical subvencionada ideológicamente por ellos mismo, Fasga y Fetico, sometido a sus necesidades y económicamente expoliado. Salarios mínimos ridículos, jornadas descontroladas y extenuantes, medias jornadas como praxis habitual, cambios constantes en los horarios, actitud amenazante y acosadora, trabajo de festivos, y un largo etc que ahora será aún empeorado con la declaración de ciudad turística. Quieren lograr con mano de obra extremadamente barata y manejable, sustituible y atemorizada, que salga rentable un modelo que se les ha ido de las manos porque han logrado que la sociedad no pueda vivir sin consumir pero el colapso crediticio no permite que consuma.



Es mentira que se venda más, está más que probado, no es rentable. No hace falta abrir a las 9 de la mañana y cerrar a las 12 de la noche porque la afluencia de público no es suficiente para justificarlo. Si de los 8 festivos anuales de apertura comercial únicamente los situados en las fiestas navideñas son los de cierta relevancia no tiene sentido abrir más. No genera  puestos de trabajo, precariza aún más los existentes. No necesitamos como consumidores responsables todas estas medidas. No nos dejemos engañar por los vendidos gobiernos del país, autonomía o ayuntamiento. Digamos no a este brutal plan de anulación de nuestras culturas y derechos, rechacemos estos planes orquestados por un neoliberalismo que pretende llevar a su antojo a la parte de la sociedad que juegue a sus reglas sin rechistar prescindiendo de los que se alcen en contra. No consintamos que este modelo injusto y cruel nos robe años de prosperidad y confianza en nuestra fuerza vital como obreros humildes. Demos un paso al frente y pasemos por encima de sus intenciones perversas. Luchemos unidos con las armas de la muchedumbre en contra de medidas de este tipo que denostan a nuestra clase y mancillan el mundo que nos merecemos. Rompamos las cuerdas de atadura y reseñemos a fuego que esta vez no vamos a dejarnos engañar, que la solidaridad con nuestros compañeros de servicios, comercio, hostelería y turismo es tajante.

Demostrémosle a esa cajera o a ese reponedor, a ese vendedor o a esa almacenera que sabemos comprar en mayúsculas con cabeza, que sabemos consumir y a la vez experimentar un entorno menos materialista y más consciente de las riquezas que nos  propone la vida cultural, social y de comunicación sin entrar en la demencia del gasto ludópata adoctrinado e inyectado en nuestros cerebros en post del contenido nuestras carteras. Enseñemos a nuestros dirigentes el modelo que no estamos dispuestos a tolerar. Actuemos en conjunto y eliminemos para siempre este poder en la sombra que ensucia las entrañas de nuestra sociedad.

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