Camaradas, a las doce,
todos los pulsos en hora.
todos los pulsos en hora.
Que suenen como campanas,
en una campana sola.
en una campana sola.
Que fundan los corazones
en un corazón y todas
las ramas del pulso sean
árbol de luz en las sombras.
Amigos, todos en pie:
sombre las montañas rojas
de nuestra sangre sin yugos
la voz erguida en la boca.
sombre las montañas rojas
de nuestra sangre sin yugos
la voz erguida en la boca.
Si alguno siente que tiene
las alas del pulso rotas
¡que las componga!, a las doce,
todos los pulsos en hora.
(...)
Noy hay tromba
de paredones, ni balas,
ni relojes, no habrá sogas
capaces de hacernos bueyes:
de paredones, ni balas,
ni relojes, no habrá sogas
capaces de hacernos bueyes:
¡Nuestro cuello no se dobla!.
Miradnos aquí, miradnos,
mientras los muros sollozan,
cruzar el año cantando,
rompiendo "noche española",
acariciando los hombros
de un crepúsculo sin costa.
mientras los muros sollozan,
cruzar el año cantando,
rompiendo "noche española",
acariciando los hombros
de un crepúsculo sin costa.
Miradnos aquí, miradnos,
mientras los muros sollozan,
¡Siempre de pie!, sin rodillas,
como encinares de gloria.
mientras los muros sollozan,
¡Siempre de pie!, sin rodillas,
como encinares de gloria.
¡Camaradas, a las doce,
todos los pulsos en hora!.
MARCOS ANA, Romance para las doce menos cuarto
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