A por todos los derechos sexuales y
reproductivos.
¡En nuestros derechos y nuestros deseos,
nosotras somos las reinas!
Ninguno
de los derechos y libertades que ejercemos ha sido nunca regalado: eso lo
sabemos bien quienes amamos y deseamos saltándonos las normas. Empezando por el
derecho a vivir nuestras vidas como nos dé la gana, hemos construido espacios
de libertad, barricadas desde las que conquistar la justicia y los derechos
iguales para gentes diversas.
Porque
nunca hemos creído en una democracia (plena) en la que nuestros derechos
dependan de nuestro color, de nuestro deseo, de nuestro origen o de que nuestro
cuerpo se ajuste a la opinión de otros.
Y nunca hemos aceptado que tuviéramos que comprar nuestra libertad para ser y actuar como lesbianas, gais, bisexuales, transexuales o intersexuales. Nunca hemos tragado con ser ricas y famosos o pudrirnos en el armario, que eran las opciones que nos ofrecía este mercado que pretende vendernos nuestros derechos; comprar derechos al precio de nuestra dignidad.
Y nunca hemos aceptado que tuviéramos que comprar nuestra libertad para ser y actuar como lesbianas, gais, bisexuales, transexuales o intersexuales. Nunca hemos tragado con ser ricas y famosos o pudrirnos en el armario, que eran las opciones que nos ofrecía este mercado que pretende vendernos nuestros derechos; comprar derechos al precio de nuestra dignidad.
Así,
fuimos arrancando libertades y derechos sexuales y reproductivos a una sociedad
lastrada por un franquismo no superado, por una jerarquía católica casada con
el poder, y por unos gobiernos sumisos a la dictadura de los llamados mercados.
Así conseguimos grandes avances legales, pero no llegamos a ver una educación
realmente inclusiva, un derecho al aborto independiente del dinero que tuvieras
para pagártelo, ni una libre identidad sexual sobre la que no decidiera ningún
médico.
En
esa continua lucha estábamos cuando hace ya seis años los abusos de quienes más
tienen pincharon la burbuja, y empezaron a caernos encima los mazazos en forma
de recortes que inevitablemente se llevaban por delante derechos aún no
plenamente conquistados. Porque sabemos que cuando los poderosos aprietan, los
primeros derechos desahuciados son los de quienes viven su vida fuera de la
norma.
Y
poco después, la llegada del Partido Popular al gobierno central y al de Aragón
dispararon el acoso y derribo de nuestros derechos. Su obsesión de buscar
culpables de los recortes les ha servido para bloquear todo avance en
educación, para sabotear nuestros derechos sexuales y reproductivos y cerrar
toda vía a la libre identidad sexual.
La
contrarreforma de la ley del aborto de Gallardón, que pretende legislar sobre
nuestros cuerpos impidiéndonos ejercer una maternidad libre y deseada, es pura
violencia legal contra millones de mujeres, especialmente sobre las de abajo,
que carecen de recursos para costearse un aborto fuera de nuestras fronteras. Y
la supresión de la reproducción asistida de la Cartera de Servicios del Sistema
Nacional de Salud para las lesbianas (y mujeres solas) nos niega nuestro
derecho a la maternidad como castigo por no contar con un macho que decida por
nosotras.
Pero
pese a todos estos ataques, las mujeres, las personas transexuales e
intersexuales, los gais, las lesbianas y las bisexuales sabemos que sí se
puede, y lo decimos hoy con orgullo, sí, con orgullo feminista. Como mujeres
reivindicamos y celebramos las múltiples posibilidades de vivir o no la
maternidad solas o acompañadas por quien nos dé la gana. Y como personas
libres, exigimos la despatologización de nuestras identidades; el fin de las
intervenciones correctoras respecto a la intersexualidad: el fin de la tutela
sobre nuestros cuerpos porque sólo nosotras decidimos sobre los
mismos: no somos “enfermas”, sino que es enfermo el sistema, el sistema
heteropatriarcal, que nos encasilla y nos obliga a ceñirnos a modelos imposibles
y estancos de hombre y de mujer.
Vivimos
momentos cruciales. Momentos en que se vuelven contra los poderosos todas las
agresiones que hemos sufrido las de abajo, las pobres, las distintas según sus
normas, las lesbianas, las trans, los gais, las intersexuales, las insumisas al
modelo sexual impuesto. Nos tienen miedo porque no les tenemos miedo, porque
las tornas están cambiando, porque es posible que derrotemos a este
mal-gobierno y que vayamos más allá: que cambiemos un sistema económico, social
y político injusto e insostenible.
Ahora
es el momento de decirlo y ejercerlo: en nuestros cuerpos y en nuestras vidas,
en los pueblos, en las calles y en las instituciones... ¡solo reinamos
nosotras! ¡Sí se puede, aunque no quieran!.
¡En nuestros derechos y nuestros deseos,
nosotras somos las reinas!
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